domingo, 11 de octubre de 2009

Meditaciones entre mi puro y yo

Son las once de la mañana y permanezco tumbado mirando al techo de mi cuarto. Un Cohíba espléndido que me mira desde la cava que tengo sobre el chifonier ha decido sacarme a pasear por los jardines que rodean mi bloque. El día claro y soleado me impide negarme y lo enciendo saliendo del ascensor. Suelta unas volutas agradecidas ≪ ¿a que he tenido buena idea?≫ me dice. ≪No te lo niego≫ asiento en voz alta, mientras una señora rubia pinturera y pija con un chucho a juego vuelve la cabeza hacia nosotros. Doblamos la esquina y elegimos un banco para disfrutar de un sol que parece brillar exclusivamente para nosotros. Es puente y la jauría de niños, chachas y abuelos jubilados parece haberse esfumado.
En el hombro me golpea algo. Me pongo en guardia por si tengo que dar una hostia a algún mocoso malcriado o a su padre, pero compruebo que estamos sentados ante un castaño y es otoño. Cae otra castaña más pequeña. Miro hacia arriba y veo una multitud de úteros abriéndose poco a poco, algunos todavía verdes que quieren expulsar sus locos frutos al mundo. Los que ya han desalojado sus criaturas quedan con sus fauces abiertas. Unos parecen lanzar un grito terrorífico, otros una carcajada cósmica; todos diciendo ≪ ahí va eso. Sufre tu ahora, mamón≫. Mi cohíba me reprende con pillería erótica: ≪disfrútame y deja de elucubrar, parece que te estás volviendo loco≫, me dice taxativo.
≪Es cierto, paseemos un poco por la sombra. Aprieta el calor≫. Veo castañas que caen blandamente sobre la zona de césped y otras que chocan contra el pavimento. ≪ Según la cuna sobre la que os estrelláis será vuestro destino≫, les digo mansamente. Me llevo mi puro a la boca, cuando un consejero delegado de una gran multinacional que viste de rapero como todos los fines de semana les atiza una patada. Me detiene mi cohíba cuando iba a llamarle la atención. Las castañas ruedan y se paran a unos quince metros. Allí, un secretario de la UGT que viste de pijo como todos los fines de semana, les pega otra patada más violenta. Vuelvo la mirada y pienso en porqué los hijoputas no cogen el puente como todos.
≪Hormigas, amigo...mira que cortejo≫, digo a mi compañero. ≪ Mira. Todas enfilan a esa entrada de metro que se adentra en la tierra. Míralas con sus bolsas del supermercado, con sus maletas, con sus portátiles, Ordenadamente, bajando las escaleras metálicas. Hoy es un día laborable más. En su tiempo no existe el fin de semana ni las horas de jornada semanal. Al menos ellas no dan patadas a las castañas≫.
Me interrumpe mi amigo: ≪Creo que está llegando mi hora: me he consumido lentamente mientras tú elucubrabas sobre la malignidad de las relaciones humanas. Espero no haberte decepcionado, pero me queda el regusto amargo de no haberte dado suficiente sosiego≫.
Rindo mi último adiós a mi Cohiba y lo arrojo lejos de los escasos especímenes de mamíferos que empiezan a poblar los jardines. Me han entrado unas perentorias ganas de cagar, pero al menos he terminado mi puro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya puro desperdiciado. Tengo más sensación de tranquilidad interior cuando te vo fumano uno... NO sospechaba que tu cabeza andaba tan revolotada. Jordi