sábado, 15 de octubre de 2011

En la linde, al margen


Ahí, interpuesta y alargando súbita la cabeza
en nuestro tráfico matutino, de ridículo errar.
Sin saber con exactitud si pedir un cigarrillo,
o algo para fregar su garganta con cerveza

Ancha en la calle ancha, alacena polvorienta,
surcos y estrías, marcas de imbecilidad en la cara,
rizos coléricos entre el estropajo de su cabeza,
arrastrando su pellejo contra el tedio, sedienta.

Y vivimos los mismos paradigmas de veinte siglos
Con ojos espantados, en la cáscara de la civilización
tras los susurrantes soliloquios de otros mundos
tan idiotas como este, periódicamente impuro.

Y musitamos las infames calumnias sobre la belleza
y su abyecta relación con una mundana simetría,  
como cálculo hipócrita de lo abstracto, amando
las paradojas de lo clásico y traicionando la tradición.

Ella, confundida ante una leve sonrisa, y amable
se atrofia dentro de sus limitadas entendederas,
labra los surcos en su gran cabeza para sembrar
la luz de la inminente necesidad de lo razonable.

Como una ameba surge uno y otro día de humores,
Como una ameba que nos roe, y deja la estela marginal,
en las lindes de nuestras impostadas naderías sociales.
Al  servicio de nuestra inútil aspiración a hombres.

© Guillermo Escribano

1 comentario:

Francesc Cornadó dijo...

Muy bien, Guillermo, es un poema que puede llegar a dibujarse. Precisión en el detalle. Felicidades, muy buen poema.

Salud