Las almas de los que no habían sido enterrados eran la excusa para fabular con lo peor de los vivos. La mala conciencia, la memoria entre escombros ideológicos y religiosos hicieron el resto: un conjunto de banalidades cobró vida y nos encontramos con esas almas errabundas nadando en la confusión ridícula de una vida ínfima y pobre: mejor les hubiera resultado seguir en su inframundo.
Terminada la fabulación, se consumó la segunda estafa, la segunda violación: la fabulación mutó en confabulación y todos los vivos se hicieron pasar por falsos carontes estafadores. El caos llegó a tal punto que el mismo Caronte perdió su puesto de trabajo y la laguna se desecó.
Ahora ya no existen las dos orillas y solo hay almas de vivos enterrados y de muertos que no han sido enterrados; por eso, cuando se cruzan por la calle, suelen preguntarse unos a otros ¿cómo te va la vida?
lunes, 28 de junio de 2010
Continuación encadenada
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