sábado, 22 de mayo de 2010

Cerveza emeritense


Es un aparato curioso: una tuerca de paso
que abre unas tenacillas ¿para qué coño serviría?
El tipo no sabía que era para cualquier coño,
se trataba de un Speculum Magnum Matricis.
Un instrumento ginecológico, de la antigua Roma
para la exploración de la vagina femenina.
La cara del turista era una tragedia rojiza
Magnum Rîdiculus con lata de coca-cola.
Yo quería salir del museo a fumarme un habano
con una lata de cerveza al sol meridional.
Con la quinta cerveza, pensé en la uno,
no la cerveza: la fórmula uno y sus grandes premios
el de Brasil, sin ir más lejos, me llevó al circo,
al circo romano. Recordé a Fittipaldi porque
me pareció romano. Bueno, Fangio también.
aunque el mejor de los romanos en las carreras
no era romano de Roma, era romano de Lusitania.
El pollo ibérico se llamaba Gaius Appuleius Diocles,
Diocles para sus seguidores.
El mejor auriga que han conocido los tiempos.
Debutó con 18 años en el Circo Máximo de Roma,
ganó 1.462 carreras sobre cuadriga
y más de 3.000 en otras cilindradas.
Se embolsó más de 35 millones de sestercios
e hizo ganar mucha pasta a los que apostaban por él.
Un día un caballo díscolo se atravesó
Murió en la pista del circo, la espalda partida.
Pido más cerveza y apago el habano
y mi memoria sigue vagando por los insondables
misterios de las carreras y sus jóvenes ídolos
Y en los caballos blancos, y en los caballos negros
y en los caballos de vapor y en los neumáticos
cuando una turista teutona, firestone o michelín,
no puedo precisar, llama mi atención. Me ofrezco
para tirarle una foto debajo de la estatua de un dios mitraico.
Voy a ver que le puedo enseñar
de mi arqueología parda.

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