El único vestigio
de tu vida naufragada,
son tus bragas suntuosas,
de seda negra como la pez
que destapa tus ríos briosos
y el whisky de tu cornudo.
Déjalo, no te lamentes:
recuérdame como antes,
una devastación perenne.
Eyaculo enseguida y me voy.
Podemos pasar sin duda
otros veinticinco años
sin encontrarnos
mientras coleamos
para desplazarnos entre
otros filetes de sudor
nadando sin abandonar
esta inmunda pecera,
esta puta ciudad.
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