domingo, 7 de agosto de 2011

Solemnidad solemne


La muerte es asunto muy familiar
a mi entender, un simpático cotillón social.
Considerad que podríamos compartir
con los recuerdos de nuestros buenos muertos,
su tránsito en salas y velatorios,
y competir en buena lid.
Así, sin ir más lejos, dejaríamos a un sobrino
velando al abuelo y, agotado, el pobre
se dormiría tumbado junto al cadáver,
Y, siendo de dormir inquieto, echaría a patadas
y empujones a la momia de nuestro ancestro
quedado éste con el tronco colgado,
la cabeza en el suelo, los pies en la boca
de nuestro predispuesto sobrino.

En la cama de al lado tres mujeres hermosas
no cesarían de besar por turnos de noche y día
al hermoso cadáver de un choque frontal,
artesanal y profesionalmente recompuesto.

Y estoy convencido que este asunto del adiós
debería ser menos solemne, las cosas que nos pasan
a la gente común no pueden ser solemnes
¿por qué ha de serlo su muerte o nuestro dolor?
Salvo para los que sostengan que la muerte y el dolor
son siempre solemnes, lo que no deja de ser
una gran majadería, según mi modesto entender.

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