viernes, 10 de junio de 2011

Porqueriema 3.8 - en la cocina


Detalle del Cristo Velado de Giuseppe Sanmartino, que se conserva en La Capilla de San Severo (Nápoles)

Observando el cuerpo sobre la mesa de la cocina
De una virgen velada con mármol maleable
Tendido bajo el secreto del Príncipe di Sangro,
Caminando con mi vista por el campo amarillo
De la piel que recorren cientos de hormigas
Que acopian las blasfemias que salieron para
Devolverlas al nido sedicente de su boca,
Así van pasando las horas hasta que el leve
Movimiento de una brisa salobre, balancea
El casquillo que pende sin luz del techo roto. 
La mano descansa sobre el hule, sus dedos
señalan los escaques como peones ebrios
de vino rancio, junto al vaso volcado y violeta.
¿Percibirá el escrutinio que estoy haciendo desde
Hace doce días, esa impávida eternidad, o quizá
Estamos haciendo como si estuviéramos ya muertos? 
Echo un trago, me acerco. Creo que ha llegado
El momento de sacar el cuchillo de su pecho, Cosa que hago
sin mayor miramiento ni consideración
Antes de firmar la presente declaración: 
No sé si tuvo amantes, más o menos exigentes.
Los muertos, muertos están. No me importa,
Sepan que esta asquerosa furcia pegaba duro de verdad
Y que yo sí que soy, en verdad, riguroso con mis cosas.
Quizá su corazón desmadejado palpite en otra dimensión,
Con otra frecuencia, en otra cloaca como ésta.
Con la pólvora y el remate de una mascletá acabo el ritual
en este burdel de 4 plantas. Enciendo la mecha.      

Junio 2011

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