viernes, 1 de octubre de 2010

Los diálogos al oído

Le dice al oído en una de las arremetidas un agh reprimido y fatal y le cae encima todo su peso inerte. El otro se vuelve, le alisa los bucles lechosos del pelo con gesto indulgente y lo aparta a un lado tras plantar un tierno beso sobre la barbada mejilla del filósofo. Con aire audaz y severo, el apuesto Alcibíades sale de la fratía, en cuyo pórtico le esperan los profanadores del secreto de los misterios de Eleusis, los gamberros que habían mutilado los falos en erección de las esculturas hermafroditas de las calles de Atenas. Tras los disturbios y ahondando en la traición se pasaron a las filas espartanas. Más tarde unos reprendieron al maestro por comportarse como un lechoncillo que se restriega contra una piedra y lo llevaron al teatro. Luego está, claro, la versión de Platón.

1 comentario:

Francesc Cornadó dijo...

La voluptuosidad del roce, la sensualidad de la piel, los secretos lúbricos contados al oído... todo esto no lo puedieron soportar y seccionaron unos falos que consideraron impúdicos.
Prefiero no conocer la versión del infausto Platón.

Salud

Francesc Cornadó