miércoles, 20 de octubre de 2010

Conciencia


La cara. Esa cara la he visto antes. Humo, vapor, algo la envuelve. ¿La dibujada en las nubes? No, no, ¿un café entre volutas? Sí, creo que sí. Pero los ojos, esos no son los mismos. Creo que estos ven más allá. No puede ser la misma cara, joder, los ojos no se cambian de un día a otro. La mirada, sí, claro, con suma facilidad. El careto y la mirada pueden ser, los ojos ni hablar. Pero esa cara no refleja alma alguna: es una cara sin alma. Me mira. No la persona, la cara. Me desnuda. Cara incógnita. No logro despejarla. Es una cara que no pertenece a una cabeza, a un cuerpo. No puede pensar. No debo preocuparme. O sí, porque hiere sin pensar, que es peor. Tiene una nariz. Es una nariz gestuda y disgustada. ¿Querrá desvelar algún secreto? Bah, no creo. Es una nariz sin raza, sin especias, sin aditamentos, simplemente una nariz que huele permanentemente la mierda. La boca tiene aspecto lánguido, estúpido. Seguramente de mascar y no tragar. Una boca boba de chicle. La barbilla es Modigliani, pero borracho y con papada. La frente es lisa y aburrida; frontal. ¿Hay cosa más aburrida que una frente frontal? Esa cara la he visto antes. No puedo precisar si hace cinco siglos o treinta segundos, simplemente “antes”. La rehúyo. Me hago el distraído, charlo alocadamente, disimulo. Creo que ya nunca dejará de mirarme, la cara.

1 comentario:

Francesc Cornadó dijo...

Las aguas cenagosas del estanque distorsionan la imagen reflejada del rostro. El humo ciega y envuelve. La niebla fría nubla la visión. Todo son velos malignos que pueden llegar a confundirnos, yo creo que son estratagemas de la mala baba cósmica.

Cuando me veo reflejado en los espejos de neón, me sorprendo y digo: a este lo conozco.

Salud

Francesc Cornadó