domingo, 10 de enero de 2010

Anamorfosis de un pensamiento ciego


—Soy ciego, pero veo la nada y oigo el chasquido elástico de tu pescuezo y el chapoteo de las cuencas de tus ojos intentando una mirada vacía como la mía. Me has explicado todos los paisajes, desde La Patagonia hasta el Monte Fuji. Son el mismo paisaje, todos son el único paisaje. No te consiento esa solemne majadería de que la naturaleza es sabia, a lo sumo inconscientemente extravagante, como un payaso desangelado que ha perdido la gracia y se interpone a nuestro paso. La madre Gaia ¡qué bien huele a perfume barato de rosas rancias, a jazmines y azahares!, se perfuma como una puta barata. Y cuando no se perfuma, huele a muerte, la que viene de la montaña; apesta su halitosis, la que viene del mar.
— Ya lo he escrito como me pediste.
— Ahora toma la cuchara, enfócala con cuidado, lee la imagen reflejada en su parte convexa. ¿Qué lees?
—Joder....“estoy tan desnudo que no tengo ni cuerpo”

Hans Holb
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