Melquiades era un ateo radical y fundamentalista, pero rezaba todos los días. Al menos un
dios te condene María por la mañana, varios
padrevuestros por la tarde y algún que otro
descredo más tarde. Hasta que un día perdió la fe en el ateísmo y se consumió. El trozo de suelo que ocupaba su sombra se iluminó porque los rayos divinos dejaron de encontrar obstáculo.
Hans Holb
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